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miércoles, 13 de abril de 2011

Dificultades ortográficas: problematización

Dificultades ortográficas: Incidencia en niños del 6to grado de Ed. Primaria

Charo Dávalos R.
En el contexto actual, un aspecto que se encuentra presente en el quehacer educativo de los docentes, está en relación a las dificultades ortográficas que presentan muchos estudiantes, evidenciado en un  déficit específico y significativo del dominio de la ortografía, donde están afectadas la capacidad de deletrear en voz alta y de escribir las palabras correctamente; atendiendo el hecho que se consideran “dificultades” toda vez que el dominio que el niño tiene de la ortografía es significativamente inferior al nivel esperado para su edad, para su inteligencia general y para su nivel escolar.


En lo particular, muchos alumnos de Educación Primaria, presentan dificultades ortográficas como así queda demostrado en las evaluaciones internas en los dos últimos años realizadas en el área de Comunicación, ya que ésta área curricular ha merecido junto a Matemática, una mayor atención e intervención a nivel institucional dado el pobre rendimiento académico que han obtenido los alumnos, siendo los estudiantes del 6to grado los que obtuvieron el rendimiento más bajo comparativamente a otros grados del Nivel Primaria.
Es importante precisar que no hablamos de “disortografía” porque éste problema de aprendizaje alude a un trastorno del lenguaje que dificulta para escribir las palabras correctamente desde el punto de vista ortográfico, y que suele ir unida a retrasos en el lenguaje oral y a problemas con la lectura comprensiva. Y en nuestra observación cotidiana en el aula, no todos los niños y niñas que tienen dificultades ortográficas presentan esta problemática. Partimos de la necesidad de distinguir entre lo que es una mala ortografía referida a la articulación del lenguaje en niños que cometen faltas sintácticas corrientes, de un cuadro disortográfico en niños con retraso en la lectura y escritura. Y es que suele olvidarse que estas fallas habituales -que son aspectos a los cuales nos enfrentamos más los docentes-, también son producto de un desconocimiento o mala utilización de las reglas ortográficas no sólo del alumno sino del propio docente, sumado al uso métodos pedagógicos inadecuados.
Este es un tema que merece una amplia consideración. Se dice por ejemplo, que la única forma de mejorar la ortografía personal es prestar mucha atención a cómo se escriben las palabras cuando leemos. Pero resulta que esto sólo se logra si existe una fuerte motivación: Un adulto que quiere suplir esa laguna en su formación, un estudiante que se enfrenta a la selectividad y hace un esfuerzo extra, pero es muy difícil en el caso de un niño, que tiene que prestar mucha atención a la grafía para leer y entonar correctamente y, a la vez, al contenido, para comprenderlo. Lo cierto es que para él escribir la palabra correctamente es secundario a que se lea.
Algo similar se observa en los profesores. Si bien la I.E. tiene entre sus objetivos del área acorde a su diversificación curricular el potenciar la expresión oral y escrita en los niños y niñas, se observa que eso difícilmente se logra, pues las observaciones realizadas durante algunas sesiones de aprendizaje en el grado señalado, refieren actitudes del docente en la cual, tienden a interrumpir constantemente al niño para corregir una palabra o una expresión; asimismo, la expresión escrita se trabaja de forma individual y la corrección inmediata o no existe o es muy esporádica.
En efecto, si se trata de un texto libre, el maestro o la maestra se lo devolverá corregido, o en el mejor de los casos, al día siguiente, no habrá habido un adecuado “feed-back” entre profesor y alumno (¿por qué lo has escrito así?, para otra vez acuérdate que esta palabra viene de..., que se escribe con “b”, piénsalo).
Y es que las prácticas pedagógicas que privilegian los procesos perceptivos visuales, la transmisión de reglas, la copia repetitiva, los ejercicios de completamiento en listas de palabras, los ejercicios mnemotécnicos y la práctica de corrección diferida responden a la concepción fonográfica. Estas prácticas, fundadas en una enseñanza de la ortografía descontextualizada, mecánica y automatizable, en la que el niño se limita a cumplir con las exigencias del docente sin inferir ni deducir nada, no actúan sobre el proceso cognitivo del aprendiz. La ausencia de un espacio de reflexión sobre el error convierte a la ortografía más en objeto de evaluación que de enseñanza.
Al respecto, creemos que cuando los docentes no aplican los métodos activos desde el momento motivador es lógico que el alumnado no asuma con interés los aprendizajes, por el contrario, los ven como una “obligación” y no se preocupan por ir más allá del clásico proceso de aprender, esto es, no se produce el meta aprendizaje.
Esto quiere decir que cuando los docentes no desarrollan estrategias metodológicas que promuevan la actividad del alumnado en clase, es de esperarse que no demuestren interés alguno en aprender, por lo tanto, estudian el contenido solo por obligación, de ahí que no logren “aprender a aprender”. El alumnado con un método activo estará más predispuesto a aprender, de esa manera, podrá lograr aprendizajes significativos en cualquier área.
Existen muchos métodos orientados a corregir las dificultades en la ortografía escolar. Algunos se utilizan como apoyo a los ejercicios secuenciados que aparecen en los libros de texto de Lengua desde 1º de Primaria, otros son recopilaciones destinadas a aquellos chicos y chicas mayores (sobre todo a partir de 4º de Primaria y cuando van a abandonar el nivel para entrar a Secundaria).
Sin embargo, pocas veces como docentes no comprendemos que gran parte de estas dificultades recurrentes que presentan los alumnos, no sólo se producen por problemas de pronunciación, defectos visuales o auditivos o malos hábitos de estudio por parte de los estudiantes, sino, básicamente a un ambiente cultural deficiente que lleva al niño y niña a la falta de interés y hacia actitudes poco favorables hacía un aprendizaje correcto del lenguaje,  evidenciado en métodos pedagógicos erróneos en la enseñanza de la escritura. Y es que hay que elegir aquel  o aquellos que mejor cuadren con la personalidad o expectativas de los niños y niñas. No todos los niños de una clase necesitan un cuaderno de ortografía, a menudo lo que sucede es que no necesitan el mismo.
Es por ello que en lugar de optar por aumentar el trabajo imponiendo un cuadernillo extra donde al niño se le obligue a repetir 100 o más veces la escritura de una determinada palabra u oración para que sea bien escrita o para que aprenda a usar los signos de puntuación o grafemas, que sólo le haría odiar la ortografía, podemos apostar por métodos que ofrezcan un sistema de trabajo basado en metodologías activas, como es el caso del bolso ortográfico, talleres ortográficos, ejercicios interactivos, textos mutilados, archivos cacográficos, bingos de palabras, etc; que en su práctica e integración a nuestra didáctica, mejoren progresivamente la problemática expuesta, que como bien sabemos, es una realidad de la mayor parte de instituciones educativas en nuestro medio.

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