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martes, 19 de abril de 2011

Teoría sobre el apego y afrontamiento a la soledad

Apuntes
Charo Dávalos R.
La teoría del apego desarrollada por J. Bowlby (1969) intenta construir una teoría del desarrollo de la personalidad. En oposición a los postulados hasta ese momento, de que la razón por la cual un niño establece un vínculo estrecho con su madre radica en el hecho que esta lo alimenta, quedando relegado a un segundo plano la relación personal otorgada por el vínculo, J Bowlby propone que los seres humanos presentan una tendencia innata a buscar vínculos de apego, los cuales brindan una satisfacción personal y constituyen a la supervivencia de la especie.
Aunque la alimentación y el sexo cumplan una función importante dentro del vínculo, la relación de apego tiene una existencia, una dinámica y una función propia. Existe de este modo una tendencia primaria por parte de los individuos a establecer fuertes lazos emocionales con determinadas personas, considerando esto como un componente básico de la naturaleza humana. En la infancia los lazos emocionales se establecen con los padres en busca de protección y apoyo, los cuales prosiguen a lo largo de todo el ciclo del desarrollo, pero complementados por nuevos lazos de acuerdo a los periodos evolutivos.


El modo en que los padres se relacionen y traten a un niño durante la primera infancia determinará la pauta de apego que este desarrolle, las cuales según Ainsworth (1971) pueden clasificarse en tres grupos principales, relacionadas a su vez con las condiciones familiares que las favorecen. En primer lugar una pauta de apego segura está dada por las circunstancias en las que un niño puede recurrir a sus padres en busca de apoyo y cuidado, de modo accesible, frente a circunstancias adversas. Esta pauta favorece la exploración del entorno, permitiendo el desarrollo del juego, el contacto con los pares y las actividades sociales, sin presentarse la necesidad de proximidad continua. Para ello la madre especialmente tendrá que poder captar las necesidades del niño, garantizándole la seguridad del cuidado en caso que la necesite. 
Contrariamente a ésta se puede desarrollar una pauta de apego ansioso resistente, frente a la cual el individuo se encuentra inseguro por la ambigüedad del vínculo con el progenitor, quién en ocasiones se muestra accesible y colaborador y en otras distante y rechazante. Los sentimientos y amenaza de abandono favorecen este tipo de relaciones generando fuerte ansiedad e irritación por quien la padece y obstaculizando la posibilidad de exploración del entorno.
Por último encontramos la pauta de apego ansioso elusivo caracterizada por la falta de confianza por parte del individuo frente a la posibilidad de encontrar cuidado y apoyo de otras personas, sino que por el contrario espera ser relegado. Generando esto posibles dificultades en el desarrollo de la personalidad, propiciado por los constantes rechazos de la madre hacia el niño, en situaciones de necesidad y desvalimiento por parte de éste.
Respecto al sentimiento de “Soledad”, la psicología social explica que las personas solas les cuesta mostrar su soledad y la esconden, sufriéndola en silencio porque temen ser estigmatizadas en una sociedad que valoriza el éxito social (tener pareja, muchos amigos, etc.).
En términos psicológicos, existen diversas definiciones para la soledad, tal vez la más antigua sea la de Sullivan, quien la concibió como una experiencia displacentera, asociada con la carencia de intimidad interpersonal. Continuando con esta línea, Young, concibió a la soledad como la ausencia real o percibida de relaciones sociales satisfactorias, que pueden ser acompañadas por manifestaciones de “distress” psicológico. Para Weiss, quien fuera llamado “el padre de la investigación sobre la soledad”, dice que ésta es una respuesta ante la ausencia de una provisión de relación particular. Otros autores definen a la soledad como una discrepancia entre las relaciones interpersonales actuales y las deseadas. Para Peplau y Perlman, “la soledad es una experiencia displacentera que ocurre cuando la red de relaciones sociales de una persona es deficiente en algún sentido importante, ya sea cualitativa o cuantitativamente”.


También se ha conceptualizado a la soledad como un mecanismo de retroalimentación adaptativo que informa al sujeto sobre el nivel de estimulación de interacción social que está recibiendo, en términos de cantidad y forma. Tal estimulación varía desde la falta (soledad), hasta el exceso (hacinamiento) (4). Con base en esta variedad de definiciones, Peplau y Perlman (25) identificaron tres características comunes de la soledad:
a)    Es resultado de deficiencias en relaciones interpersonales;
b)    es una experiencia subjetiva que contrasta con la evidencia física del aislamiento social;
c)    es una experiencia estresante y displacentera.
Por otra parte, las características distintivas de las definiciones propuestas se derivan de la naturaleza de los déficits interpersonales. Así, pueden identificarse carencias afectivas y cognoscitivas. Las primeras están asociadas con una necesidad de intimidad y/o apego, en tanto que los déficits cognoscitivos están vinculados con una percepción de estimulación social por debajo del nivel óptimo considerado por el individuo.
De esta manera, las estrategias de afrontamiento de la soledad hacen referencia a los esfuerzos cognitivos y conductuales que las personas ponen en marcha con el fin de minimizar, reducir o controlar los efectos adversos que ésta les provoca (estrés).
Y es que, salir de la situación de soledad requiere estrategias de afrontamiento y un primer paso puede ser revelar dicho estado. En los casos en que la persona sola pueda identificar el origen de su soledad y compartirlo con otros en una relación de intimidad, la soledad se atenúa. Es cierto que la intimidad es un modelo con sus riesgos ya que uno al mostrarse solo pone en evidencia su dependencia y vulnerabilidad.
Rubenstein y Shaver señalan cuatro estrategias de afrontamiento de la soledad:
  • Pasividad, tristeza, autocompasión: comer en exceso, refugiarse en la TV, dormir, tomar tranquilizantes, alcoholizarse, caer en inactividad. Estas son quienes más sufren la soledad en un círculo vicioso de baja autoestima y aislamiento social.
  • Actividad: buscar formas constructivas de pasar el tiempo solos por ejemplo desarrollando un hobby, leyendo, realizando actividad física, etc.
  • Gastar dinero: como forma de aliviar los sentimientos negativos asociados a la soledad y como forma de pasar el tiempo.
  • Buscar contacto social: llamar a amigos, visitar a alguien.
Por su parte, Edison plantea seis alternativas de afrontamiento:
  • Una orientación activa sensorial, búsqueda en el alcohol, drogas o sexo compulsivo.
  • Una salida religiosa, mística.
  • Búsqueda de relaciones interpersonales.
  • Actividades de recreación no sociales diversas como leer, estudiar…
  • Desarrollar contractos íntimos con amigos y figuras secundarias.
  • Refugio en conductas de pasividad.
Desde una perspectiva de intervención clínica, existen diferentes abordajes terapéuticos ya sea que se trate de la soledad como estado o como rasgo: para la soledad como estado son más apropiadas las terapias breves dirigidas a una intervención en crisis o a una reconstrucción de la red social, ambas apuntando a un cambio en la situación; en cambio, para la soledad como rasgo se requieren intervenciones que mejoren las habilidades sociales e interpersonales del sujeto.
Karen Rook menciona que hay tres tipos de intervenciones:
·         Las que facilitan los contactos sociales
·        Las que promueven mejores estrategias de afrontamiento de la soledad, mejor identificación de los otros significativos (amigos, familia…), el desarrollo de habilidades sociales…
·         La prevención de la soledad por ejemplo a través de grupos de apoyo en situaciones de riesgo como hijos de padres divorciados, gente de edad avanzada, etc.
Como mencionamos anteriormente la soledad por aislamiento social requiere como solución una estrategia comunitaria mientras que la soledad por aislamiento emocional requiere una estrategia dirigida al pasado que revise la historia del paciente.
La soledad puede ser un problema cuando no la elegimos, no sabemos estar con ella o no sabemos salir de ella. El fracaso de las relaciones interpersonales puede ser útil si sacamos provecho y revisamos nuestro estilo de relacionarnos con los demás. Pero también la soledad puede ser una oportunidad ya que permite sentir los recuerdos, las ilusiones, los pensamientos y el propio cuerpo, y lo que es mejor, es una oportunidad para redescubrirnos, hacia un encuentro con uno mismo.

Consulta:

MUCHINIK, Eva; SEIDMANN, Susana, “Aislamiento y Soledad”. Editorial Eudeba, Bs. As. 1998.
MONTERO, María y LOPEZ L. Juan J. “La soledad como fenómeno psicológico: un análisis conceptual. Revista digital Salud Mental. Vol. 24. Nº1, febrero del 2001.

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