🕊️ Cuando gritar ya no funciona:
Estrategias para fortalecer el vínculo desde la primera infancia
Hay momentos en que los gritos parecen ser la única salida. El cansancio, las prisas, las rabietas que se repiten una y otra vez… y sin darnos cuenta, elevamos la voz. Pero luego llega ese silencio incómodo, ese nudo en la garganta y la mirada de nuestro hijo que nos recuerda que algo dentro de él —y también dentro de nosotros— se rompió un poquito.
La realidad es que gritar no enseña, asusta. Y lo más importante: debilita el vínculo emocional, ese lazo invisible que le da al niño seguridad, confianza y la certeza de ser amado incluso en medio del caos. En los primeros años de vida —de 0 a 7 años— ese vínculo es la base sobre la cual el niño construirá su autoestima, su manera de relacionarse y su forma de entender el mundo.
🌱 ¿Por qué los gritos no funcionan?
Porque el niño no aprende desde el miedo. Aprende desde la conexión.
Cuando gritamos, su cerebro entra en modo “alerta”: se activa el miedo, el cuerpo se tensa y la emoción bloquea la capacidad de razonar. El mensaje que queríamos dar desaparece entre lágrimas, susto o desconexión.
Y aunque pueda obedecer en ese momento, lo hace por miedo, no por comprensión.
💞 Lo que sí funciona: conexión antes que corrección
Fortalecer el vínculo no significa permitir todo ni dejar de poner límites. Significa hacerlo desde la calma y el amor, no desde la amenaza.
Cada momento difícil es una oportunidad para enseñar, pero también para construir seguridad emocional. Cuando el niño se siente comprendido, coopera más, confía más y necesita menos gritos.
Algunas estrategias que puedes empezar a aplicar desde hoy:
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Conecta antes de corregir: agáchate, míralo a los ojos, nómbrale lo que siente (“veo que estás muy enojado”) y recién después explica el límite. 
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Cuida tu tono y tus pausas: el silencio a veces enseña más que las palabras. 
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Juega todos los días un ratito: el juego no solo divierte, también une, repara y fortalece. 
Abraza más: el abrazo regula el sistema nervioso, calma y vuelve a unir cuando algo se rompió.
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Cuida también tu calma: un adulto tranquilo enseña con el ejemplo que las emociones no se controlan a gritos, se gestionan con amor. 



 

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