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viernes, 27 de mayo de 2011

EL ESTADO PERUANO, LA EDUCACIÓN Y EL INDÍGENA EN EL SIGLO XIX

        APUNTES
Charo Dávalos R. 

 Panorama global de la educación durante el siglo XIX   

    Antes de pasar a revisar  la problemática educacional del indígena, con mayor acentuación, consideraremos algunos alcances sobre la situación general de la educación  en el siglo pasado.  Ello nos permitirá darnos cuenta, cuáles fueron las principales preocupaciones del gobierno y de sus leyes respecto a  la educación de entonces,  y justificar con ello, el por qué del descuido  al problema del indio sobre esta variable en el siguiente siglo en nuestro país.
     En primera instancia, vemos que desde 1823,  se consideraba que:  “todas las naciones de la República tienen derecho a los establecimientos de instrucción que sean adaptados a sus circunstancias..”,“ La instrucción es una necesidad común y la República; la debe igualmente a todos sus individuos”.  El período que se extiende de los años 1830  a los años 1850 se caracteriza por una profunda anarquía en el sector de la educación pública.  Por su parte, la enseñanza de la élite aparece cuidadosamente vigilada y reorganizada con una serie de decretos que afectan al Colegio San Carlos, y aparecen las primicias de una política que culminará con la integración del Convictorio San Carlos a la universidad.


     Mientras tanto, no existe ninguna política clara frente a la enseñanza primaria y secundaria. Diversos decretos fechados en el año 1833 bosquejan una tímida organización. Talvés  la decisión más notable de ese período sea simplemente la creación en 1840 del Colegio de Guadalupe para la enseñanza media de varones, mientras la enseñanza femenina sigue siendo el sector exclusivo de la empresa privada.
     La Constitución  Política de 1839, por ejemplo, afirma que la República “garantiza también la instrucción primaria gratuita a todos los ciudadanos”, pero no se dan las bases económicas indispensables a la realización efectiva de tal enseñanza  “garantizada”,  teniendo presente que al decir "todos", incluye a todos los peruanos, y el indígena fue parte de ese todo, una parte altamente “activa “ y no pasiva como algunos autores comentan.
 “El estudio de los primeros veinte años de vida republicana en cuanto a instrucción permite destacar tendencias reveladoras: una indudable preocupación por la enseñanza superior, el deseo de promover la enseñanza media, ayudado a prosperar este sector gracias a la iniciativa privada, y una gran indiferencia concreta en cuando a la  instrucción primaria, que delata en particular el abandono de los preceptores...”(1)
        Desde su elección, el Presidente Castilla se muestra preocupado por el problema escolar. Insiste sobre la absoluta necesidad de alzar el nivel educativo del pueblo  como sobre la obligación de ofrecerle al cuerpo docente, mejores condiciones de trabajo. Como habíamos argumentado líneas atrás, todas las disposiciones resalta el deseo de unificación pedagógica y programática, aunque los problemas básicos, no era la  carencia de escuelas, especialmente en la zona andina, sino también la pésima calidad de la formación de los maestros. La ausencia de un propósito educativo definido  y la anarquía de los ingresos escolares se implanta desde entonces.
    Mientras aumenta la importancia trascendental para el país de la educación pública, esta yace en abandono, mientras se conoce que constituye la base de la libertad, del orden y del progreso para las naciones, en el propio  Perú,  la cual debe ser la instrucción el fundamento de la “regeneración de la República”, formando un sistema coherente que desembocará  en la “unidad del pensamiento nacional: La misión constructora y unificadora de la Instrucción Pública está claramente notificada por primera vez.
     El examen crítico  formulado por algunos de los autores hasta ahora mencionados, conduce naturalmente a formular  algunas reflexiones con referencia a este tramo de la vida republicana y  a las relaciones que en él se configuran : el estado, la educación y el indígena.
     Asombra en primer término una constatación a todas luces sorprendente:  Un profundo foso  separa el pensamiento - la acción estatal  y la problemática  en la cual se veía inmerso el indígena. Parecen casi como esferas alejadas, mundos aparte apenas vinculado por tenues hilos, y esto a varios niveles.
    Se limita como se ha visto, sólo a algunas creaciones específicamente culturales como la Biblioteca, el Museo o el Archivo, a otras más bien educativas como universidades, colegios o escuelas, a vagas declaraciones de estímulo a las artes y a las letras y a poco más. Pareciera como que el país oficial ignorara o diera las espaldas al país real, el mismo que incluye a un indígena por completo olvidado en la legislación. Desde otro punto de vista puede también constatarse un desfase. Se trata del conjunto de disposiciones de diverso orden relacionadas con la población indígena que en la práctica producen resultados absolutamente contradictorios con sus propósitos.                                                        

La educación y el indígena       
       Esa generación (la de la Independencia) quiere separarse de Europa no sólo por el hecho de crear Estados nuevos. Busca dar a la nacionalidad un contenido propio e intransferible, una dimensión interna propia que no se limite a una sub - España. No se resigna a que los americanos sean Europeos de segunda clase. Cree encontrar en  lo indígena los dos elementos que anhela como raíz  que nutre todo Nacionalismo:  el pueblo y el pasado.
                 “...también puede encontrarse en este tipo de disposiciones, como hemos advertido antes, la intuición a ratos confusa de la existencia en el territorio nacional de un grupo humano de fuerte peso demográfico, poseedor de patrones culturales diferentes que sin embargo  y paradójicamente  el afán civilizador y el celo religioso pretenden destruir para reemplazarlos por los de la civilización occidental y cristiana...”(2)

      Por esto y el deficiente análisis de la realidad social muchas de tales prescripciones terminan siendo, como señalábamos atentatorias a los verdaderos intereses indígenas. Ya lo advirtió Basadre :  “Lo que ocurre aquí es el resultado del espejismo derivado de las doctrinas jurídicas dominantes. No se prolonga la actitud teórica de protección o tutela del Derecho indiano para el Indio, ni se trata de dar eficacia a las normas de éste que no habían tenido aplicación ni maquinaria procesal" .
     Recuérdese también el ingenuo idealismo de algunas Constituciones liberales, como la de 1823, que pretendía que existiera una Universidad en cada capital de Departamento, resulta como es obvio el atentado (seguramente no consciente) contra la identidad cultural que se diría ahora, de los grupos indígenas al dar por supuesto que su “civilización” o la tarea de “incorporarlos al seno de la patria” pasaba necesariamente por la erradicación de sus formas culturales propias (creencia que por lo demás se ha mantenido hasta bien entrado el siglo veinte y aún ahora reaparece de vez en cuando).
      En consecuencia, en los primeros 74 años de historia de la república del Perú, en los que se han sucedido numerosos gobiernos y han regido ocho Constituciones, no logró establecerse una posición definida del Estado en cuanto a la esfera de la educación del indígena. Se avizoran en general tres objetivos:
* La vigencia del derecho a la educación
*la protección del  patrimonio cultural nacional y la solución a los problemas derivados de la existencia de la población indígena.
       Encontramos por otro lado que las normas que se dictan para administrar el campo de la educación y la cultura son  en general muy similares (con las excepciones inevitables) vengan de un gobierno conservador o de un régimen liberal.
      ¿ Cuál es la explicación para este fenómeno extraño?. Da la impresión que lo que ocurre es que la esfera de lo educativo  en el hombre marginado significa tan poco en la preocupación de los gobernantes de uno y otro signo que prefieren centralizar su enfrentamiento en otras áreas de la ideología o la política, dejando que en general las disposiciones  que trabajen  por la problemática del indio  pasen de una a otra Constitución, de una a otra ley  sin mayor variación . 
       Esto explicaría por otra parte la existencia de problemas graves aún no resueltos como el analfabetismo, los déficit educacionales, la debilidad de la acción cultural estatal. A pesar de ello, ninguno de los gobiernos del siglo pasado concibió un proyecto orgánico para el Sector Educación; de aquí que la expresión políticas culturales aplicada a esta etapa deba entenderse sólo de manera muy general - Mas aún, nos atreveríamos a sostener que tales políticas  educativas podrían mejor describirse por sus omisiones que son muchas,  que por sus acciones que son poco numerosas, esporádicas, inorgánicas y generalmente ineficaces.

             “...Aislados los establecimientos de Instrucción pública y     abandonados así mismos, se perpetúan los abusos, se introduce el desorden en los estudios, se esterilizan los sacrificios y sólo llegan a un corto número de individuos las luces que deben extender a toda la Nación...” (3)

   Alejandro Octavio Deustua  (1849 - 1945)  Escritor y pedagogo peruano tienen una interesante postura sobre la educación de su época, aunque alejada a nuestro parecer de la problemática real del indígena.  Considera en primer lugar, que se necesita educar para evitar los extravíos  del pasado, aunque está obsesionado con la idea de formar una élite, tal y como los antiguos pensadores griegos Platón y Aristóteles, está intensamente interesado en formar hombres virtuosos, y por este motivo, “no es posible educar a todos”.
    Según  Deustua, en un país como el nuestro, no existen las condiciones económicas ni espirituales para semejante empresa.  Afirma también que el pueblo tampoco tiene nada que ofrecer. En particular, el “indígena” quien nada puede contribuir en la reconstrucción del país. Las razones que  argumenta Deustua son  muy duras y merece que las discutamos para comprender la verdadera intención de su pensamiento.         
   En su sombría y pesimista evaluación de los peruanos de su época, Deustua responsabilizará también al indio de la tragedia del país. Podemos suponer que lo hace partícipe de las causas de la derrota sufrida en la guerra; el país sufría la derrota, pero el “indígena” se había caracterizado por la carencia de sentimiento nacional.  Deustua siente que el indio no se conmovió de la nación. El Indio, para  él, es una raza del pasado, su ciclo biológico está cerrado. La educación no  puede hacer nada con él.
                 Es doloroso  reconocer este hecho, pero es  necesario reconocerlo para plantear el problema de la educación indígena dentro de los términos que la experiencia ofrece. Está bien que se utilice las habilidades mecánicas del indígena; mucho mejor que se le ampare y defienda contra sus explotadores de todas especies y que se introduzca en sus costumbres los hábitos de higiene de que carece. Pero no debe irse más allá, sacrificando recursos que serán estériles en esa obra superior y que serían más provechosos en la satisfacción urgente de otras necesidades sociales. El indígena no es, ni puede ser sino una máquina.

   Así mismo refiere que la pedagogía, que trata de la educación de los anormales, no ha inventado todavía métodos suficientemente eficaces para transformar una gran masa abrumada por el peso de la tradición, y hacer de ella un factor de grandeza nacional.  Augusto Castro considera que la  esclavitud de la conciencia  del indígena  es irremediable.
     No cree en el progreso indefinido de la conciencia individual, en tanto le parece más acertada la hipótesis de que, cada individuo, cada raza, adquiere una intensidad limitada en energía psíquica, que se desenvuelve, sin pasar de ese límite en las diversas etapas de su historia. De allí que haya razas que sobreviven a los desastres de sus fuerzas anímicas y reaccionen poderosamente con las fuerzas conservadas en sus raíces; mientras que otras sucumben pasando de un vigoroso dinamismo a un estatismo irremediable.
      Pocos autores se habían atrevido a tanto. Para Deustua, en el  proyecto del Perú no tenía lugar la incorporación del Indio. Este no es un hombre es una máquina. Da la impresión de que no hubiese concluido la Colonia. ¿Se mantiene vivo el pensamiento de Ginés de Sepúlveda?  ¿Quizás la filosofía de Sebastián Lorente conquistó nuevamente América y el Perú?. Pero Lorente era un  liberal y se preocupó por los asuntos indígenas. En realidad puede haber muchas interpretaciones.
     La nuestra entiende el término “máquina” como instrumento, como instrumento en las manos del amo. La idea de siervo o del esclavo está asociada a la de doméstico al servicio de su señor. Esta idea imperó e impera todavía en la mente de los criollos que tratan al indio como siervo y no le reconocen sus derechos como ser humano. Deustua está sosteniendo algo que ha sido y es moneda corriente en el Perú, mucho antes del siglo XIX, y algo que además permitió que la educación no se  impartiera entre todos.
     En Deustua el indio incaico, como lo llama, es irredimible. La educación del indio, se reduce para él a la educación del mestizo,  “larva del nuevo indio”, el único que puede realmente ser educado. Al ser mestizo, el indio recupera su energía primitiva. El cruce de razas vivifica al indígena que yace cual muerto moral. Por eso, hay quien por su parte afirma a la criminalidad del indio, alegando que la escuela como educadora del indio, “hasta ahora resulta inútil y casi perjudicial”. En realidad, en esta época no existían escuelas para las poblaciones indígenas.
                 “...hay que eliminar las causas de la degradación de la raza, pero no con  la fuerza material , bruta, sino con la fuerza moral de la educación, bien claramente orientada o con las correspondientes sanciones legales para con aquellos que se creen dueños absolutos de los indios de los destinos del Perú.  Si para la pronta u profunda alfabetización del aborigen peruano se requiere la adopción de un adecuado alfabeto ¿ qué decir de los primeros meses, a un año de la educación intelectual del mismo?. La razón misma, por consiguiente, la pedagogía va dictando que los primeros tiempos de formación intelectual hay que efectuarlo en el idioma nativo, pero ya con tendencia  hacia la castellanización del educando...” (4).

 ¿De sólo la ignorancia depende el abatimiento de la raza indígena?

   Para responder a esta interrogante que en muchos autores han originado grandes polémicas, hemos considerado importante el rescatar y a su vez analizar algunos puntos de vista que Manuel González Prada realizara en uno de sus “Ensayos escogidos”:  Nuestros indios. Para  González Prada, la ignorancia  nacional parece una “fábula “cuando se piensa que en muchos pueblos del interior no existe un sólo hombre que fuera capaz de leer ni de escribir.   A modo sarcástico  propone imaginar que sabiendo un hombre los afluentes del Amazonas y la temperatura de Berlín, ha recorrido la mitad del camino para resolver todas las cuestiones sociales. Si por un fenómeno sobrehumano los analfabetos nacionales amanecieran mañana, no sólo sabiendo leer y escribir, sino con diplomas universitarios, el problema del indio no habría quedado resuelto. 
      Aquellos denominados del “proletariado”  de los ignorantes, sucedería el de los bachilleres y doctores. Médicos sin enfermos, abogados  sin clientela, ingenieros sin obras, escritores sin público, artistas sin parroquianos, profesores sin discípulo, abundan en las naciones más civilizadas formando un innumerable ejército de cerebros con luz  y estómagos sin pan.
       En este contexto,  si la educación suele convertir al “bruto impulsivo”  en un ser razonable, la instrucción le enseña y le ilumina el sendero que debe seguir para no extraviarse en las encrucijadas de la vida. La instrucción puede mantener al hombre en la bajeza y la servidumbre.  Esta frase es muy importante analizar,  puesto que en nuestro medio, más valor tiene el ocupar el puesto que merecemos, y no el que se nos designan,  como lo que se ha pretendido hacer desde entonces con la educación del indio,  queriendo “instruir” con  la  imposición de un idioma  que en la práctica, nada podía ofrecerle, tan sólo el poder comunicarse con los de habla castellana.
     Con ello, la cuestión del indígena, más que pedagógica, es económica, es social.  Según González Prada, la condición del indígena podría mejorar de dos maneras en ese entonces:  reconociendo el derecho de los oprimidos, o  adquiriendo la virilidad suficiente para escarmentar a los opresores. Aunque esta última propuesta sería “devolver violencia por violencia”a nuestro juicio.
         “...Cualquiera se imaginaría que en todas nuestras poblaciones se levantan espléndidas escuelas, donde bullen eximios profesores muy bien rentados y que las aulas permanecen vacías porque los niños, obedeciendo las órdenes de sus padres, no acuden a recibir educación. Se imaginaría también que los indígenas no siguen los moralizadores ejemplos de las clases dirigentes o crucifican sin el menos escrúpulo a todos los predicadores de ideas levantadas y generosas. El indio recibió lo que le dieron: fanatismo y aguardiente...” (5)

      Como dijera  Gustavo Pons Muzzo,  la instrucción primaria debió llegar en los lugares  más pequeños, y a pesar de que ese fuera el gran sueño de nuestros próceres , la realidad del país se rebeló contra esos nobles deseos. Así la instrucción primaria no  se difundió y perduró el analfabetismo de las masas populares.  En consecuencia,  está claro que la educación, sobre todo  las  de mayores niveles, fueran sólo el privilegio de la que entonces se hacía llamar clase superior.  El hecho de que la educación haya dependido del Estado y no tomada como un problema social que enfrentar, justifica lo  que hemos indicado líneas atrás.
     No queremos dejar de mencionar a un hombre cuyo más grande mérito para nuestro trabajo, fue que  no sólo  investigó  sobre la historia antigua del Perú, sino que  vivió en   carne propia cada uno de los hechos que lo facultan a poder realizar  su narrativa sobre la problemática indígena. El es Juan Bustamante . En su narración    “los indios del Perú”, denota una gran sensibilidad por el peruano autóctono.  Incluso se cuestiona  irónicamente alegando:
                 “¿ ...Puede darse crédito a mi narración, cuando la escribo en el siglo XIX, en el siglo de la civilización, del progreso, de la igualdad y de la libertad, en el siglo de la república y de la democracia, en el siglo de las reformas?  (6) 

     Bustamante espera que el gobierno de entonces, a quien están encomendados la guarda de los derechos de los pueblos, el buen orden público, el porvenir de toda  la nación, atendidas las necesidades de los súbditos, acuda a satisfacerlas inmediatamente, procurando adoptar las reglas de gobierno que  él propone, pues son reglas nacidas de las mismas necesidades y de los mismos acontecimientos que se refieren al indio.
     De esta manera, se conseguiría poner un dique al  “desborde a que se encaminan los pueblos” evitando con ello la ignorancia que es uno de los peores males que han afligido y afligen a las sociedades  campesinas e indígenas. Con ello, civilizadas las masas, y conociendo cada individuo sus deberes sociales, la “demagogia” no encontrarán jamás acogida. En tanto, el hombre  libre, educado (y no sólo instruido), aprenderá a cumplir todos aquellos deberes, no por imposición autoritaria, sino por el estar haciendo que dignifique el suelo que lo acoge,   no permitiendo las distinciones sociales de la nación.

REFLEXIONES FINALES
     El indígena ha  significado  a lo largo del siglo XIX, un elemento generador de riqueza, y  soldado de emergencia.  Padecieron de esta forma, la reducción de sus tierras, la explotación de su fuerza de trabajo, lo  que constituyó a su vez  la base de los levantamientos  de sus  masas.  La tan enunciada independencia, no trajo en realidad  ningún beneficio que posibilitara su recuperación.
   Se podría decir que en los 74 años  de historia de la república del Perú, ninguno de los gobiernos han concebido un proyecto concreto que asuma la realidad de  los problemas derivados de la existencia de la población indígena. En consecuencia, se puede observar  que las políticas culturales , enfocaron el bienestar para cierto sector que se hacía llamar la élite.
    La Constitución política del Perú de 1860,  la de mayor vigencia en la historia peruana, así como es calificada como el “más notable documento constitucional del Perú”, presentó muchos elementos negativos, entre la que destaca la ignorancia del problema indígena como parte de los proyectos educacionales. 
    Si bien la educación fue pensada desde “el Estado” como la estrategia más eficaz para lograr la irresuelta tarea de integración nacional de la población, también es cierto que no se logró concentrar los suficientes esfuerzos para lograr la alfabetización de los indígenas, respetando su identidad y procurando su incorporación a la nación peruana.
    El  trabajo por la libertad  y la educación del indígena, por el respeto de sus derechos, no sólo debió partir del gobierno, sino de todos los individuos que de él dependieron, trabajando incesantemente por unificar en sus leyes todo lo que los ha mantenido separados de esa raza numerosa. Faltó armonizar sus costumbres con las de los indios, pues se creía que educar al indio era trabajar para  castellanizarlo,  adoctrinarlo a otra religión, y otras aseveraciones que ya se han revisado en este capítulo.  
      Un aporte modesto de nuestra parte,  y  que de seguro coincide con muchos de los  ilustres intelectuales,  mencionados en el presente trabajo, es  que “educar al indígena”, es trabajar por aprender  como primera norma,  a respetar todo lo que encierra su mundo,  esto es su idioma, sus costumbres, sus tradiciones,  pues esa riqueza es invalorable en la identidad  de nuestra  nación.
            
                                             

   El indígena ha  significado  a lo largo del siglo XIX, un elemento generador de riqueza, y  soldado de emergencia.  Padecieron de esta forma, la reducción de sus tierras, la explotación de su fuerza de trabajo, lo  que constituyó a su vez  la base de los levantamientos  de sus  masas.   La tan enunciada independencia, no trajo en realidad  ningún beneficio que posibilitara su recuperación.
   Se podría decir que en los 74 años  de historia   de la república del Perú, ninguno de los gobiernos  han concebido un proyecto concreto que asuma la  realidad de  los problemas derivados de la existencia de la población indígena. En consecuencia, se puede observar  que las políticas culturales , enfocaron el bienestar para cierto sector que se hacía llamar la élite.
    La Constitución política del Perú de 1860,  la de mayor vigencia en la historia peruana, así como es calificada como el “más notable documento  constitucional del Perú”, presentó muchos elementos negativos, entre la que destaca la ignorancia del problema indígena como parte de los proyectos educacionales.
     Si bien la educación fue pensada desde “el estado” como la estrategia más eficaz para lograr la irresuelta tarea de integración nacional de la población, también es cierto que no se logró concentrar los suficientes esfuerzos para lograr la alfabetización de los indígenas, respetando su identidad y procurando su incorporación a la nación peruana.

Citas:

(1)  EVE- MARIE  FELL. La construcción de la sociedad peruana: estado y educación el siglo
       XX.   Pag. 84.
(2)  CORNEJO  POLAR, Jorge . Estado y cultura en el Perú republicano Pag. 24.
(3) EVE-MARIE FELL. La construcción de la sociedad peruana. Estado y educación en el siglo XIX
     pag. 88.
(4)  VARGAS B. Isaías.  II Congreso Indigenista del  Cusco.   Pag.  123.
(5)  GONZÁLEZ PRADA, Manuel. Nuestros indios. En: Pensamiento Indigenista. Pag.  43.
(6)  BUSTAMANTE, Juan.  Los indios en el Perú En: Pensamiento  indigenista.  Pag. 24.                                                                                                                                                                                     

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