Charo Dávalos R.
En el desarrollo del lenguaje, la inteligencia representacional o pensamiento simbólico, la actividad lúdica ocupa un lugar destacable. Y es que el juego influye de modo decisivo en el desarrollo de los procesos psíquicos, ayudando a desarrollar la atención y la memoria. Esta forma de jugar supone una válvula de escape para el niño, además de contribuir al desarrollo cognitivo y a la incorporación de las reglas de la sociedad. En tal sentido, constituyen herramientas o estrategias importantes como forma de evaluación o medición de los procesos mentales o cognitivos.
Tengo el convencimiento que la mejor forma para entender el nivel de desarrollo cognitivo y psicosocial del niño preescolar es a través del juego, ya que parte de su lenguaje es no verbal y se les facilita comunicarse sea con los adultos o con otros niños de esta forma, evidenciándose a través de estas actividades también su forma de pensar (pensamiento mágico), así como su desarrollo moral y espiritual.
El fundamento de esta apreciacion las encontramos en numerosas investigaciones y aportes teóricos han logrado determinar que, el preescolar tiene un pensamiento mágico, su imaginación es ilimitada y la habilidad para inventar e imitar están en su apogeo; a causa de su egocentrismo y de su forma de razonar creen que todos sus pensamientos son poderosos; la imaginación es un motor importante en su desarrollo y se manifiesta en casi todas sus actividades cotidianas, especialmente a través del juego.
El juego no sólo es un recurso creador, tanto en el sentido físico (desarrollo sensorial, motórico, muscular, coordinación psicomotriz), sino también en el mental, porque el niño pone a contribución durante su desarrollo todo el ingenio e inventiva que posee, la originalidad, la capacidad intelectiva e imaginación, su capacidad atencional, evoca recuerdos y los manifiesta a través de su lenguaje. Tiene, además un claro valor social, puesto que contribuye a la formación de hábitos de cooperación y ayuda, de enfrentamiento con situaciones vitales y, por tanto, a un conocimiento más realista del mundo. Por otra parte, es un medio de expresión afectivo-evolutiva, lo que hace de él una técnica proyectiva de gran utilidad al psicólogo y educador, sobre todo a la hora de conocer los problemas que afectan al niño.
Reyes (1998) refiere que “en las prácticas lúdicas se identifican dos componentes básicos. Uno, relacionado con la creación de situaciones imaginarias llevadas a la acción en un espacio tiempo determinado, mediante la cual el sujeto satisface, curiosidades, emociones y necesidades, en la interacción con otros sujetos; el otro, relacionado con la presencia de símbolos que identifican objetos o situaciones reales” (p.35).
De esta forma, es de pensar que en los imaginarios se sustentan la racionalidad de las prácticas Lúdicas, y son el encanto y el regocijo de la imaginación. Son sus propias determinaciones como facultad del pensamiento. En ella se contiene la fantasía, que la diferencia de otras formas de representaciones construidas como principio de realidad. Es la subjetividad misma, dinámica de la condición humana. A partir de la acción lúdica los niños se apropian de la cultura del contexto, afirman su identidad y ésta se desarrolla con la interacción con otros. El sentido Lúdico en su manifestación más elemental y primario lo constituyen el juego y éste es fundamentalmente una acción simbólica (Jiménez, 2000, p.68).
Para Badillo (2000) “los niños comienzan el proceso de refinamiento y de apropiación de conceptos de carácter simbólico a partir del lenguaje, pues tienen habilidades mentales realmente sorprendentes: Los niños en este sentido poseen preconceptos, pre teorías, constructos idiosincráticos que le permiten organizar y actuar sobre el mundo. De tres años en adelante el juego implica altos grados de significación social: los niños, a través de los juegos cotidianos, empiezan a interiorizar y a construir los valores sociales, éticos y morales de la familia en la que crece y lógicamente de la sociedad en la que se encuentra” (p.203).
Y si seguimos las orientaciones de Vygotsky (1989, p.62) podemos hacer que el niño empleando diversos materiales formales y no formales, pueda construir situaciones en las cuales aquellos componentes que conocemos de la realidad sean modificados, transformados, pero no de una manera libre sino de acuerdo a ciertas reglas ofrecidas por la cultura o por aquellas que se construyen en la misma situación lúdica; ya que en la vida del niño, la principal actividad, a la que suele dedicar más tiempo y más ganas, energías e ilusión, es el juego, el cual le va a posibilitar un armonioso crecimiento del cuerpo, la inteligencia, la afectividad, la creatividad y la sociabilidad, y que por ende, nos ayuda a conocer la manera como se van desarrollando dichos proceso
Un aspecto a tener en cuenta, es sobre la dirección pedagógica de la actividad lúdica, al igual que la de todo proceso educativo, puesto que la misma no hace alusión a cualquier tipo de juegos improvisados, sino que éstas deben incluir su planificación, ejecución, control y evaluación. Cuando hablamos de planificar el juego, nos estamos refiriendo a la necesidad de que el evaluador (a), partiendo del nivel que han alcanzado los niños en esta actividad y de los objetivos que se propone, prevea los procedimientos que debe utilizar. No es necesario que se haga un planeamiento escrito, se trata de que piense por ejemplo si es suficiente preguntarle a los niños a qué quieren jugar, o es mejor proponerles algún juego en particular
También se debe tener en cuenta si los niños tienen los conocimientos necesarios para realizar ese juego, y de no ser así, determinar qué actividades serán necesarias para ello. Por ejemplo, un paseo de observación, observación de láminas, una narración, conversación con algún trabajador, entre otros. Un aspecto importante en esa planificación es el referido a los materiales que se van a utilizar en los juegos, por eso, es necesario que el evaluador (a) tenga presente de qué disponen y qué hace falta elaborar, incluyendo aquellos en los que puedan ayudar los niños. También debe prever cuáles y cuántos materiales deben estar a disposición del grupo cada día, para satisfacer sus intereses, necesidades y cumplir los objetivos propuestos.
Es oportuno recordar que el exceso de objetos en la actividad lúdica puede limitar las relaciones entre los compañeritos pues no se ven ante la necesidad de compartir los juguetes con ellos. El nivel de juego de los niños de este ciclo debe permitir desarrollar juegos con cierta creatividad, donde los juguetes no sean un elemento indispensable, de ahí la importancia de ofrecerles la oportunidad de utilizar objetos sustitutos o incluso imaginarios, así por ejemplo, lo mismo pueden hacer la acción de pescar o con un palito, que con un simple gesto de la mano.
Es aconsejable tener en el área de juego un lugar donde puedan encontrar objetos de uso diverso como cajitas y envases plásticos vacíos, hojas de papel, pedacitos de tela o de madera, para que sean utilizados como sustitutos de otros, es decir, con la función que cada niño quiera asignarle. La sugerencia para su uso o la demostración directa, estará en dependencia del desarrollo de los niños.
Tengo el convencimiento que la mejor forma para entender el nivel de desarrollo cognitivo y psicosocial del niño preescolar es a través del juego, ya que parte de su lenguaje es no verbal y se les facilita comunicarse sea con los adultos o con otros niños de esta forma, evidenciándose a través de estas actividades también su forma de pensar (pensamiento mágico), así como su desarrollo moral y espiritual.
El fundamento de esta apreciacion las encontramos en numerosas investigaciones y aportes teóricos han logrado determinar que, el preescolar tiene un pensamiento mágico, su imaginación es ilimitada y la habilidad para inventar e imitar están en su apogeo; a causa de su egocentrismo y de su forma de razonar creen que todos sus pensamientos son poderosos; la imaginación es un motor importante en su desarrollo y se manifiesta en casi todas sus actividades cotidianas, especialmente a través del juego.
El juego no sólo es un recurso creador, tanto en el sentido físico (desarrollo sensorial, motórico, muscular, coordinación psicomotriz), sino también en el mental, porque el niño pone a contribución durante su desarrollo todo el ingenio e inventiva que posee, la originalidad, la capacidad intelectiva e imaginación, su capacidad atencional, evoca recuerdos y los manifiesta a través de su lenguaje. Tiene, además un claro valor social, puesto que contribuye a la formación de hábitos de cooperación y ayuda, de enfrentamiento con situaciones vitales y, por tanto, a un conocimiento más realista del mundo. Por otra parte, es un medio de expresión afectivo-evolutiva, lo que hace de él una técnica proyectiva de gran utilidad al psicólogo y educador, sobre todo a la hora de conocer los problemas que afectan al niño.
Reyes (1998) refiere que “en las prácticas lúdicas se identifican dos componentes básicos. Uno, relacionado con la creación de situaciones imaginarias llevadas a la acción en un espacio tiempo determinado, mediante la cual el sujeto satisface, curiosidades, emociones y necesidades, en la interacción con otros sujetos; el otro, relacionado con la presencia de símbolos que identifican objetos o situaciones reales” (p.35).
De esta forma, es de pensar que en los imaginarios se sustentan la racionalidad de las prácticas Lúdicas, y son el encanto y el regocijo de la imaginación. Son sus propias determinaciones como facultad del pensamiento. En ella se contiene la fantasía, que la diferencia de otras formas de representaciones construidas como principio de realidad. Es la subjetividad misma, dinámica de la condición humana. A partir de la acción lúdica los niños se apropian de la cultura del contexto, afirman su identidad y ésta se desarrolla con la interacción con otros. El sentido Lúdico en su manifestación más elemental y primario lo constituyen el juego y éste es fundamentalmente una acción simbólica (Jiménez, 2000, p.68).
Para Badillo (2000) “los niños comienzan el proceso de refinamiento y de apropiación de conceptos de carácter simbólico a partir del lenguaje, pues tienen habilidades mentales realmente sorprendentes: Los niños en este sentido poseen preconceptos, pre teorías, constructos idiosincráticos que le permiten organizar y actuar sobre el mundo. De tres años en adelante el juego implica altos grados de significación social: los niños, a través de los juegos cotidianos, empiezan a interiorizar y a construir los valores sociales, éticos y morales de la familia en la que crece y lógicamente de la sociedad en la que se encuentra” (p.203).
Y si seguimos las orientaciones de Vygotsky (1989, p.62) podemos hacer que el niño empleando diversos materiales formales y no formales, pueda construir situaciones en las cuales aquellos componentes que conocemos de la realidad sean modificados, transformados, pero no de una manera libre sino de acuerdo a ciertas reglas ofrecidas por la cultura o por aquellas que se construyen en la misma situación lúdica; ya que en la vida del niño, la principal actividad, a la que suele dedicar más tiempo y más ganas, energías e ilusión, es el juego, el cual le va a posibilitar un armonioso crecimiento del cuerpo, la inteligencia, la afectividad, la creatividad y la sociabilidad, y que por ende, nos ayuda a conocer la manera como se van desarrollando dichos proceso
Un aspecto a tener en cuenta, es sobre la dirección pedagógica de la actividad lúdica, al igual que la de todo proceso educativo, puesto que la misma no hace alusión a cualquier tipo de juegos improvisados, sino que éstas deben incluir su planificación, ejecución, control y evaluación. Cuando hablamos de planificar el juego, nos estamos refiriendo a la necesidad de que el evaluador (a), partiendo del nivel que han alcanzado los niños en esta actividad y de los objetivos que se propone, prevea los procedimientos que debe utilizar. No es necesario que se haga un planeamiento escrito, se trata de que piense por ejemplo si es suficiente preguntarle a los niños a qué quieren jugar, o es mejor proponerles algún juego en particular
También se debe tener en cuenta si los niños tienen los conocimientos necesarios para realizar ese juego, y de no ser así, determinar qué actividades serán necesarias para ello. Por ejemplo, un paseo de observación, observación de láminas, una narración, conversación con algún trabajador, entre otros. Un aspecto importante en esa planificación es el referido a los materiales que se van a utilizar en los juegos, por eso, es necesario que el evaluador (a) tenga presente de qué disponen y qué hace falta elaborar, incluyendo aquellos en los que puedan ayudar los niños. También debe prever cuáles y cuántos materiales deben estar a disposición del grupo cada día, para satisfacer sus intereses, necesidades y cumplir los objetivos propuestos.
Es oportuno recordar que el exceso de objetos en la actividad lúdica puede limitar las relaciones entre los compañeritos pues no se ven ante la necesidad de compartir los juguetes con ellos. El nivel de juego de los niños de este ciclo debe permitir desarrollar juegos con cierta creatividad, donde los juguetes no sean un elemento indispensable, de ahí la importancia de ofrecerles la oportunidad de utilizar objetos sustitutos o incluso imaginarios, así por ejemplo, lo mismo pueden hacer la acción de pescar o con un palito, que con un simple gesto de la mano.
Es aconsejable tener en el área de juego un lugar donde puedan encontrar objetos de uso diverso como cajitas y envases plásticos vacíos, hojas de papel, pedacitos de tela o de madera, para que sean utilizados como sustitutos de otros, es decir, con la función que cada niño quiera asignarle. La sugerencia para su uso o la demostración directa, estará en dependencia del desarrollo de los niños.
Durante la ejecución del juego, la dirección pedagógica se caracteriza porque el educador o el psicólogo (a) actúa como un participante de éste y ocupa un rol mediante el cual logra, con procedimientos cada vez menos directos, que los niños desarrollen por sí mismos las situaciones lúdicas sugeridas o por su propia iniciativa. Con preguntas, proposiciones, sugerencias y si fuera necesario, con demostraciones, se puede lograr que realicen secuencias de acciones referidas a un mismo tema, utilicen objetos sustitutos, sean consecuentes con el rol atribuido, jueguen amistosamente con sus compañeros, resuelvan de manera adecuada los conflictos que puedan surgir, así como lograr en el caso de los mayores, la subordinación entre los diferentes roles que se desarrollen.
Previo el inicio del juego, es importante conversar brevemente con los niños para que puedan determinar por sí mismos a que, con qué y con quien van a jugar para que ellos solos, o con ayuda del adulto organicen su lugar de juego. Este objetivo comienza a trabajarse en el 4° año de vida y es esperable que al finalizar el 5°, la mayoría lo haya logrado.
A continuación, se describen algunas actividades lúdicas (descargar archivo) a modo de ejemplo que pueden ser empleados, de forma sistemática y creativa por la psicóloga para el logro de este propósito, cual es, el contribuir a la medición de los procesos mentales cognitivos del niño del nivel inicial.
BIBLIOGRAFÍA
Badillo, R. (2000) Discurso sobre el Constructivismo. Santafé de Bogotá.
Jiménez, C. (2000). Pedagogía de la Creatividad y de la Lúdica . Cooperativa Editorial
Magisterio. Santafé de Bogotá.
Reyes, N. (1998) El Juego Proceso de Desarrollo y Socialización. Universidad Pedagógico
Nacional. 2da Edición. Lima.
Vygotsky L. (1989). El desarrollo de los procesos Psicológicos Superiores. Crítica, Barcelona.
Vygotsky, L. (2009). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Biblioteca de
Bolsillo. Editorial Crítica, Barcelona, España.
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